El bien decir
Cuentan que
en la etnia Mbya - guaraní en la
provincia de Misiones (Argentina) la manera de nombrar a los niños (el
equivalente al bautismo para católicos y cristianos) se considera un acto que
no es sin consecuencias. El Mbya o
nombre espiritual se recibe a través de un rito ancestral; no figura en el
documento “oficial” cristalizando una identidad para su familia y grupo étnico que
lejos de ser inmodificable en determinadas circunstancias puede cambiarse…
nombrar tiene estrecha relación con el Ser de allí que ser mal - nombrado no es una broma, porque la palabra es muy poderosa.
Los guaraníes tienen en claro la relación del
nombrar con el cuerpo y el armado del mundo simbólico que cada niño va realizando
en su camino a la adultez. Saben bien que la palabra es creadora y moldea no
solo la forma que vemos el mundo, sino a todo el ser ya que no existe palabra
sin cuerpo y viceversa… la palabra engendra significaciones que se anudan unas
con otras como una cadena.
Cuando en los Mbya- guaraní se otorga
el nombre a un niño sucede en tres
tiempos: preguntar (rezar, reflexionar), decir (el nombre), comprender (la relación
entre el alma y el cuerpo). Un último momento es la apropiación del nombre con
todo lo que implica para la persona, ya que entre otras cosas marca un destino.
Cuando por algún motivo de la vida la persona se siente mal o no puede hacerse
cargo de lo que implica su propio nombre, puede ocurrir un acto de
reversibilidad donde sea nombrado de otra manera, siendo la base de la curación
para el malestar que se padece. El nombrar y sus distintas formas pasan a ser
fundamentales al momento de orientarse en la vida bien – diciendo lo que por ahí no
funciona tan bien, sin mal – decir a la persona porque ello también tiene
consecuencias… Los Mbya- guaraní nunca han leído psicología o pedagogía, pero
tienen muy en claro el poder dañino de la palabra como su contraparte, el poder
curativo… para ellos el Bien – decir cura.
El mal – decir: La
injuria
Si el bien – decir apunta al Ser de la
persona, el mal – decir apunta a
minarlo, desarmarlo, menospreciarlo, humillarlo; uno de sus objetivos puede ser
el dominio del otro al quebrarle sus seguridades, lo que comúnmente se define
como la honoribilidad de cada una de las personas, cuestiones que se ven en lo
cotidiano en distintos tipos de violencia: de género, de padres a hijos, de
quienes debieran ser educadores a sus educandos... La injuria es ejercicio de
violencia simbólica ya que las palabras no son inocuas y sin consecuencias para
las persona… la injuria es maltrato, y cuando se produce dentro del marco del
escultismo, es maltrato institucional sobre el que la organización en
función de sus fines está obligada a responder.
El otro día
en un post de Facebook comentaba una situación en la que los padres de un
lobato habrían denunciado al INADI (Instituto Nacional contra la
Discriminación) a un dirigente scout y a una organización scout. Evidentemente
si esto ha sucedido es porque quien ocupa el lugar de maltratador no ha podido
realizar dicha acción sin la complicidad necesaria del propio grupo scout… algún adulto
que otro puede creer que “jugar” a los entrenamientos de “marines” de las películas
donde la ofensa es utilizada como motivación podría ser útil en el movimiento,
pero no hay nada más alejado a la ética del bien – decir que debe imperar en el
escultismo.
Unos amigos me dijeron que los padres
estaban equivocados, me permito ponerlo en duda ya que de ser otros padres
(como tantos) habrían optado por quitar sus hijos del grupo scout en silencio (y
después los grupos se preguntan por qué tienen pocos chicos, o se amparan en
frases como “no tenía madera para ser scout”). Estos padres decidieron no dejar
pasar una situación de maltrato institucional realizando las respectivas
denuncias. Al parecer el dirigente de manada como forma de “motivar” a sus
lobatos los trataba de “putitos”… “corran putitos”, “no seas putito” y otras
cuestiones más lo que molestaba a algunos de los niños porque se sentían
motivados por el menoscabo sufrido desde la palabra de su dirigente, en una
relación claramente asimétrica por el lugar que ocupa el adulto y la dependencia del niño respecto de su
dirigente. No está demás señalar el aval que se realiza en acto respecto del
trato entre pares, además de la connotación claramente discriminatoria respecto
de una orientación sexual determinada.
¿Qué busca el dirigente haciendo
esto? No podemos saberlo; tampoco podemos tomar como punto de partida un mal –
ser, pero sin duda existe es un mal – hacer sostenido por otros que no es sin
consecuencias ( recomiendo releer el texto de mi autoría “Dejar caer” publicado
en este mismo espacio) … porque si en un campamento se le grita “corran putitos”
a los lobatos, seguramente alguien lo escucha. Podríamos preguntarnos ¿qué pasó
en el Concejo de Rama? ¿Qué hizo el Jefe de Grupo? ¿y el Concejo de Grupo?...
¿y la formación? ¿el Distrito?... ¿no hay corresponsabilidad en este tipo de
hechos que no son contingentes sino repetitivos?
La injuria es destructiva de los
procesos de armado y afianzamiento de la personalidad. Sus temas son siempre
los mismos: la sexualidad y aquello que es valioso para las personas: sus
valores. La sexualidad con toda la complejidad que ello implica en el proceso
de construcción de la personalidad, con los miedos y temores con los cuales se
transita la niñez y la adolescencia… en salud mental la injuria sexual
evidencia su poder destructivo en los cuadros graves, siendo el tema central de
las alucinaciones auditivas de quienes padecen dichas enfermedades: “puto”, “putito”,
“maricón” son las sonorizaciones desgajadas de las voces hacia quien las padece.
La injuria sexual la vemos sonorizada en las tribunas de fútbol en personas sin
padecimientos mentales, donde se utiliza de la misma manera y bajo distintas
formas para expresar una posición de dominio sobre el “rival”. Quien injuria no
duda… no hay dialéctica posible sino dos lugares a ocupar: el del dominador o el
del dominado (revisen su face en los clásicos de futbol, o simplemente escuchen
las tribunas). La otra variante de la violencia simbólica es la ruptura de lo
que es valioso para una persona, sus valores, su propio ser, desgajando así su
personalidad… desestimando el valor de su palabra; esto se ve claramente en
otro par de dominante / dominado que tiene que ver con la violencia familiar y
la violencia de género… y la violencia educativa.
Una ética del bien -
decir y del bien - hacer
Cuando se
señala a una persona o grupo alguna de estas cuestiones, en ocasiones
encontramos buenas respuestas, pero las reacciones corporativas en defensa del
compañero no se hacen esperar, lo que implica una confusión en el propio
concejo de grupo de los objetivos propios del movimiento scout.
En mis ya
largos años de pertenencia al movimiento scout, cuando alguien que ha ocupado
niveles de supervisión ha actuado y los resultados no fueron los esperados, lo
que he observado es lo siguiente
· Los
grupos scouts toman las observaciones a “título personal” y las ignoran
amenazando con retirarse del Distrito.
· Desde los grupos Scouts se repite la injuria pero con quien ejerce la función de Supervisión,
construyendo entre otras cosas teoría de “complot” y “prejuicio” hacia el grupo
intentando fundar su queja en un presunto mal – ser del supervisor.
· Se
inician los sumarios y se “cajonean” por lo que no tienen ningún tipo de
resolución y la conducta se extingue por el tiempo (la persona se va sola con
los años) pero no las consecuencias de la inacción de las organizaciones. Es en
el seno de las mismas donde me ha tocado escuchar “son problemas personales o
familiares, mejor no nos metemos”
· El
supervisor que actúa como corresponde es amenazado por daños y prejuicios u
algún otro tipo de figura legal, y la desde las organizaciones no se les brinda
el asesoramiento legal y la protección adecuada correspondiente, lo que ha
terminado algunas veces con el retiro del supervisor y la continuidad de la
conducta que las organizaciones dicen no avalar
· Los
puntos anteriores favorecen un doble estándar… se dice una cosa en los cursos y
en el momento de supervisar no se hace lo que corresponde porque quien termina
con problemas es el supervisor.
Evidentemente las asociaciones algo
tienen que hacer con este tipo de cuestiones que cada vez pasaran menos de
largo, porque la plena vigencia de los derechos humanos en nuestro país es una
realidad… esto incluye el inexcusable cumplimiento de los derechos de la
infancia y de toda la legalidad en
vigencia respecto de niñez y juventud.
Cuando en el post del face comparti
la situación de injuria que estamos utilizando de ejemplo, rápidamente un scout
y Director de una importante ONG internacional de derechos humanos aportó lo
siguiente, que resume en pocas palabras lo que implica un bien – hacer por
parte de la institución…
- - Suspender al "educador"
- Investigar las acciones, informar a padres/madres sobre las evidencias, la/s accion/es emprendidas
- - si la evidencia es conclusiva terminar la membresia de el/la responsable
- - informar oficialmente a la INADI.
- - Despues, desarrollar un taller educativo sobre discriminacion en el Grupo Scout respectivo y revisar los contenidos de la formacion para reforzar los contenidos sobre relaciones/lenguaje y responsabilidad del liderazgo
Espero que este texto sirva para repensar algunas cosas, no
es en contra de nadie, es a favor de los niños y jóvenes que integran nuestro
movimiento... en algo imitemos a los Mbya -guaraníes... digamos bien, de alli es posible educar y curar las heridas del alma.
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