Una educación imposible
En el texto
anterior afirmábamos con otras palabras la tan citada frase de BP de que
el escultismo es la carnada para la educación en valores, por eso no dudábamos
en afirmar que los valores secundan al saber hacer y no al revés como en los
protocolos de comportamiento cargados de valores morales disfrazados de
objetivos educativos; que es necesario producir una falta en el saber para que
se produzca el aprendizaje y el acompañamiento del adulto en el juego scout. Si
la posición de quien dirige es “protocolo en mano” la educación que ofrece el
escultismo se reduce a una adecuación de
los niños y jóvenes al protocolo. Esto no es sin consecuencias ya que muchas de
las conductas que se “esperan” en realidad no son esperables para el grupo
etario, incluso se las denomina “objetivos desafío” porque van directamente en
contra de cómo los niños y jóvenes viven sus procesos vitales.
La teoría de
la “adecuación” sostenida a partir de las malla de objetivos de Programa
parte de una concepción que no tiene en cuenta la historia personal y el grupo
cultural al que pertenecen los niños y jóvenes del movimiento… bajo un ideal de
“pluralidad” y ante la falta de distintos formatos con los que practicar el
escultismo se homogeneiza “con las mejores intenciones”. La “adecuación al
protocolo” pareciera definir la intervención pedagógica, sin que el dirigente
se realice preguntas básicas como ¿Qué hacemos con los fragmentos de historia
que traen los niños y jóvenes? ¿se dan
indicaciones? ¿se escuchan? ¿se tienen en cuenta los valores de la comunidad a
la que pertenece? Debemos tener en cuenta de que si damos lugar a la escucha de
las historias familiares y singulares pero se sigue trabajando para “adecuar al
protocolo” se sostiene una práctica educativa imposible[1].
Es por ello que no dudamos en sostener que lo que se aprende siempre es un
conjunto de conocimientos parciales que definimos como las “artes scouts” y los
conocimientos variables que surgen de los proyectos; es en ellos y no en otro
lado donde se construye y aprende la propia subjetividad. La genialidad del
método scout en la versión que plantear Roland Phillipps es maravillosa… uno
de los muchachos se va haciendo “maestro” y toma a un “aprendiz” que luego será
maestro, base de la enseñanza del dirigente y/o sinodal y a su vez de cómo se
trabaja en la patrulla!... y toda la “mística” tan cuestionada por algunos “vanguardistas
preclaros”, donde se canta en grupo, se ríe en grupo, se actúa, y que
lamentablemente va perdiendo lugar por “cosas más importantes”, es fundamental
para el modo de estar en el mundo que tiene un scout, eso lo distingue de
otros y le brinda un sello particular en la construcción de la subjetividad…
allí están los valores y no en un protocolo de conductas; se transmiten valores
y un legado cultural particular que ES parte fundamental en el proceso
educativo, porque de esta manera es como niños y jóvenes pueden historizarse
dentro del movimiento scout pero no sucede de una manera secuenciada y ordenada,
sino en el contexto del juego, una y otra vez… en narraciones aparentemente
desarticuladas que participan de un núcleo central.
Es en el
trabajo concreto del saber hacer junto a quienes tienen dificultades de
aprehenderse con relación a la Ley es donde a partir de las actividades le
posibilitamos una y otra vez subjetivarse en un lugar simbólico, identificarse
pero no a un protocolo previo sino a su propia construcción, le permitimos
pertenecer, construir un proyecto de vida… buscamos una y otra vez despertar ese
deseo de aprender y jugar, señalar ese vacío que permite la tensión necesaria
para poder Ser sin protocolos… con lo que trae de su casa, con las narraciones sociales
que lo habitan. Debieramos trabajar para que el escultismo no sea un conjunto de enunciados morales gramaticales, sino un
estilo de vida entendiendo por esto último aquello que sabiamente señalaba Roland Barthes[2]…
el estilo es algo que sale del cuerpo, que pulsa, lo más propio de un sujeto,
aquello que impulsa su vida… en cambio los enunciados de algún manera señalan
aquello que está muerto y como tal pueden sonar correctos pero aburren, no
permiten jugar ni divertirse.
A veces
pienso que nuestro escultismo está mas cerca de las enunciaciones que del estilo…
quizás porque el estilo da temor a los adultos, o los cuestiona en su propio
ser.
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