Estamos acostumbrados a entender el
escultismo como aventura. Quizás por eso es común encontrarnos con propuestas
institucionales que invitan a los jóvenes a participar en ellas como
posibilidad de poner en práctica su desarrollo técnico y estableciendo lazos de
amistad y camaradería con otros. De esta manera nos encontramos, por ejemplo,
que en la BPSA se realiza el CED (Competencia de Exploración y Aventura), los
hermanos de México la “Travesía Rover”, los alemanes el “Pathfinder” y tantas
otras actividades que varían de acuerdo a las Organizaciones.
Sabemos que la aventura al
presentarse como ruptura con la repetición de la vida cotidiana, es una enorme
oportunidad para que los jóvenes no sólo prueben sus límites corporales y
técnicos, sino puedan desacoplarse de un sistema que los aliena para
encontrarse con su propio Ser en construcción, a la espera de preguntas
a ser formuladas, en tanto viven un tiempo de diseño de subjetividades a través
de los grandes medios de comunicación destituyendo identificaciones, legados
históricos, herencias simbólicas innecesarioas en un planeta donde es imperativo
que el Hombre (y la mujer) no posean
atributos; sólo de esa manera es posible participar de un
sistema donde las relaciones sociales y laborales ya no forman parte siquiera de
una sociedad licuada como planteaba Zygmunt
Bauman, sino de una sociedad de control social y goce
inalcanzable donde el sujeto es esclavizado en el narcisismo de su propio
rendimiento.
También conocemos que en la aventura
se produce una alteración temporal permitiendo que lo vivenciado afectivamente se
inscriba de una buena manera en lo que irá conformándose como
patrimonio simbólico del sujeto en construcción, que podrá echar a mano en las
distintas circunstancias de su vida presente y futura. Estamos acostumbrados a
pensar en cómo el trabajo de la patrulla enriquece a unos y otros pero se nos
dificulta hacerlo con la posibilidad que aquellas experiencias de índole que
atañen al Ser puedan ser compartidas en aquello transmisible de la experiencia
que sirve a la persona y su grupo. Si realizamos un breve recorrido histórico
nos encontramos que BP en “Roverismo hacia el éxito” nos habla del “montero
Rover”, ese joven que acampa en soledad en el patio de su casa, posiblemente
base del conocido “campamento en soledad”. En “scouts, lo que son y lo que
hacen” nos cuenta de sus caminatas (goum) y el contacto con la naturaleza y la
vida espiritual. Años después comenzamos a encontrarnos con dos tipos de
experiencia: por un lado, la excursión de primera clase –técnica-; por el otro
el campamento en soledad – de "encuentro con uno mismo”. Michel Menú en Francia
junto con la creación del Raiderismo agrega una excursión más en la
adolescencia la que denominará Raid teniendo característica de aventura y
descubrimiento personal, posteriormente hacia finales de los 60 iniciará el
movimiento Goum que constituyéndose en un “Raid” para mayores de 18 años donde lo importante es el
descubrimiento personal… podría decirse que dicha experiencia es una mezcla
entre el Gouming Badenoweliano y la espiritualidad del peregrino basada en
el conocido “camino de Santiago”. En
Argentina, bajo influencia del estilo del escultismo francés a principios de la
década del 90 en el Raiderismo se crea un segundo Raid siendo el primero el de Investidura
que mantiene determinadas condiciones técnicas, y el segundo el de Compromiso
donde el joven comienza a interiorizarse en las cuestiones del Ser comenzando a
dar fin a su etapa adolescente para prepararse a las nuevas experiencias que le
depara la vida al terminar sus estudios secundarios y comenzar su camino
personal en el mundo del trabajo y el estudio.
El Raid –
Goum como una alternativa comunitaria en nuestra época
La sociedad de control se ha ocupado
de destruir una por una las distintas brújulas que pueden orientar a un sujeto con
relación al sentido de la vida vaciando las posibilidades de sentido que es lo
que nos humaniza propiciando a su vez el encuentro con los otros. El
individualismo se encuentra en su punto máximo lo que implica una enorme
soledad que ningún “colectivo” puede suturar. En nuestra sociedad lo que antes
era íntimo se ha vuelto público, y lo público se ha convertido en privado. Los
jóvenes hablan con mayor facilidad de los modos que cada cual tiene de gozar de
su cuerpo emergiendo identidades fragmentarias en tanto el lazo con los otros
está determinado por las mismas (colectivos de orientaciones sexuales,
alimentación, consumo de sustancias, enfermedades, feminismos, machismos, etc) que
como tal están desarticulados de visiones del mundo y la vida que van más allá
de la consumación del goce corporal, tecnológico o la reivindicación del propio
“YO” responsabilizando a los otros por la falta de goce existiendo unión en un
punto identificatorio, generándose discordia en el resto.
Si por un lado nunca en la
historia nunca hemos vivido una afirmación del ego como la de nuestro
tiempo, su contracara se convierte en la creciente discordia social con todo
aquello que sea distinto a mi ego –basta mirar cualquier programa
de tv o las discusiones en las redes sociales-. El tiempo de la
hipercomunicación y la individualidad es coincidente con la mayor soledad y
desencuentro con los otros, motivo de consulta recurrente a quienes trabajamos
con el psiquismo humano, sea realizadas por adolescentes – jóvenes o
adultos. En el escultismo ya no se trata
sólo de propiciar el encuentro en el hacer común de una excursión o campamento,
sino de pensar si estas estrategias
históricas de encuentro con uno mismo no se hacen necesarias para generar nuevas
posibilidades de acercamiento que a nivel social son fallidos, en tanto
primeramente no existe una apertura del Ego al Ser, lo que determina la imposibilidad
del encuentro entre dos personas iguales pero distintas, con diversidad
de riquezas y sobre todo con el respeto por la diferencia y la orientación y el
sentido que cada una otorga a sus vidas.
Es un observable en la práctica
del escultismo cómo los grupos scouts esperan los campamentos para realizar
raids y campamentos en soledad, esto obedece mayormente a razones de índole
jurídicas –ya los adolescentes no pueden salir sin compañía de adultos y la
cobertura de los seguros lo exigen – y de disponibilidad de los dirigentes. Si bien
la “magia” de hacerlo en el momento que el adolescente – joven lo necesita o está
en condiciones se pierde con este tipo de prácticas, no podemos ser tan “puristas“
en afirmar que si no se hace tal cual dice el manual la experiencia no sirve…
en más, en este texto y su continuación en la próxima entrega afirmamos que es posible
generar un raid – goum con el cual los jóvenes puedan beneficiarse en su
conjunto
La realización de un raid – goum comunitario
nos permitiría realizar una actividad que no puede hacerse de cualquier manera
en tanto en la misma convivirán en un solo evento actividades con necesidades
de distintas edades y sumadas a que en cada una de ellas nos encontraremos con
las necesidades singulares de cada uno de los participantes. De acuerdo a la
lógica que se desprende de la metodología los participantes entre 15 y 16 años
necesitan de un trabajo estructurado que les permita pensarse en un momento
donde lo grupal es importante pero también lo es el poder pensarse distinto al grupo,
comenzando a delinear algo del orden de lo propio y la diferencia entendida como
positividad. Entre los 16 y 17 es él tiempo
de las primeras definiciones personales que impactarán en lo por –venir… tiemos
de delinear las bases del Ser en sus tres dimensiones: quien ser, qué hacer, cómo
hacerlo –acitudes-. En los mayores de años dependerá de cada uno de ellos el
grado de estructuración pero seguramente se partirá de un esquema sencillo para
quienes cuentan con una orientación básica en su vida, evolucionando a un
esquema más abierto sin un límite de edad… este punto es más que interesante porque
permite que la experiencia pueda ser realizada también por adultos que no participan
de la organización de la misma.
El raid – goum añadirá a la experiencia
personal lo que hoy en día se hace cada vez más necesario, la posibilidad de momentos
de encuentro y reflexión común, guiados, con aquellos que se encuentran en el
mismo “nivel” de la experiencia permitiendo potenciar el efecto de huella en la
subjetividad de los participantes, generando una mística propia del evento que podrá
realizarse independientemente de los campamentos, como una actividad… el qué
tener en cuenta y cómo hacerlo será tema del próximo escrito