lunes, septiembre 18, 2023

Desafíos educativos del escultismo en la sociedad neoliberal pospandemia. Primera parte

 


En la década del 90 dentro del universo scout se puso en juego la discusión sobre renovar o actualizar el Programa, el resultado era esperable: el escultismo de América Latina se fragmenta entre la “renovación” planteada por la Oficina Scout Interamericana (que metía mano sobre los fundamentos) y el surgimiento de cada vez más organizaciones de escultismo independiente que se oponían a dicha “renovación” manteniendo los formatos tradicionales y fundamentos de la práctica scout.

Pocos quedamos ubicados dentro de lo que podría considerarse la “reactualización”, que no implicaba un cambio en los fundamentos, sino la puesta en tensión del escultismo con los desafíos de la época (100 años después de su creación) desde los propios fundamentos construyendo respuestas acordes a los fines del escultismo, acordes al análisis crítico social.

            Varios años han pasado y observamos cómo el escultismo tradicional sigue brindando algunas respuestas, quizás no del todo acordes a los tiempos que vivimos, mientras el escultismo “renovado” o como hemos denominado en otra oportunidad “escultismo comercial”, bajo una fachada progresista y en nombre de los “jóvenes” se presenta en sintonía con los tiempos que corren y la ideología hegemónica que desde mediados de los 90´ ha permeado los modelos educativos y de capacitación en función del modelo productivo tecnocapitalista en lo que Bifo Berardi denominaría la “venganza del capitalismo”.

El modelo cognitivo educacional y su complemento, el modelo de competencias, apuntan a la producción de una subjetividad específica basada en el rendimiento, la relación instrumental respecto de los otros y la imposibilidad de realizar un análisis crítico de los determinantes estando condicionado por la maquinaria de producción de subjetividades conformada por la red de capacitación continua (o de refuerzo ideológico), la red de producción de saberes y la red virtual… parafraseando a Jacques Lacan, las teorías están hechas para explicar de qué manera un ser humano puede comportarse como parte de la estructura capitalista… un corte aquí, un énfasis allá, un estudio sesgado en otro lado omitiendo cosas y se logra que el hombre crea que la ciencia avala que se es plenamente libre y todo lo que una persona logra lo hace por su propio mérito sin tener ningún tipo deuda social ni condicionamiento socioeconómico y político.

            El formato tecnológico comunicativo fue ganando espacio durante la primera y segunda década de este siglo gracias a la generalización del uso de los smartphones y la progresiva aparición de distintas aplicaciones que junto a la captura de datos personales, permitió segmentar la población de forma precisa y con ello orientar la producción de signos, con el agravante que los niños desde muy pequeños tienen acceso al celular como chupete tecnológico siendo una de las formas de que sus padres estén solos con sus propios aparatos mientras los niños juegan o miran videos en el celular.

Los medios tecnológicos han ganado la batalla a la lengua materna, los niños en sus primeros años de vida aprenden más palabras, sentidos, significados y “valores” del smartphone o la tablet que en la relación con sus padres. La salida de la pandemia nos ha mostrado la expansión y consolidación del mundo virtual que prescinde de los cuerpos, y una escalada de guerras, conflictos y odio al otro que nos  muestran la doble cara de la red (1) como mecanismo de control que pasa a “segundo plano” la realidad efectiva del poder en todas sus dimensiones, no sin producir efectos (2) el mecanismo que permite la expresión de las emociones más primarias y que no es sin efecto.

Rupturas


            El formato tecnocomunicativo de la red global ha provocado distintas rupturas que no son menores a la hora de pensar la educación, la ciudadanía y sobre todo los valores que permiten construir un mejor mundo para todos. Algunas de ellas son:

Ruptura de la secuencia intergeneracional

            Desde el inicio de la vida el ser humano se constituye a partir de dos ejes, uno de ellos es el diacrónico que hace referencia al conjunto de las transformaciones a lo largo del tiempo (historicidad) y el otro es el sincrónico constituido por un momento específico de su vida (por ejemplo el presente). La secuencia intergeneracional podría entenderse cómo las generaciones mayores (padres, abuelos, instituciones) transmiten la cultura a las nuevas generaciones a lo largo de la vida, y en este proceso las nuevas generaciones en función de sus propias vivencias incorporan sentidos, creencias, valores no como automatismos sino recreándolos en función de la época.

            En las distintas generaciones históricamente ha existido un equilibrio entre la transmisión de la cultura por parte de los mayores, y la recreación de la cultura en las nuevas: es necesario que la transmisión exista para luego servirse de ella, nadie puede servirse de lo que no recibe.

Ese equilibrio se encuentra roto y en la actualidad, cada generación es un conjunto cerrado determinado por la red a partir de las distintas aplicaciones, pudiéndose afirmar que cada una de ellas comparte un mundo diferente aunque su corporalidad lo ubique dentro del mismo.

Las propuestas educativas que se realizan en el escultismo comercial desechan la intergeneracionalidad y centran su trabajo en lo que denominan “valores de los jóvenes” como si la intergeneracionalidad existiese y como si los valores humanos fuesen naturales descubriendose por generación espontánea. Los valores de los jóvenes en este desequilibrio se conforman a partir de la pulverización de la diacronía y el acento en una continua sincronía que opera por simultaneidad (todo sucede en un mismo momento), lo que impacta de lleno en la posibilidad de análisis crítico que supone poder acceder al par verdad/mentira privilegiándose el uso del pensamiento mítico donde no importa la verdad/mentira sino la emocionalidad primaria (aquella que la cultura históricamente operó para que el sujeto pueda domesticarla y ser un sujeto civilizado) que despierta una frase, un meme o una imagen.

Bifo Berardi en su ya clásico libro llamado “Generación post- alfa. Patología e imaginarios en el semiocapitalismo” refiere que las nuevas generaciones se conforman como fenómeno tecnológico y cognitivo a partir de lo sincrónico y simultáneo pulverizándose la capacidad del sujeto para identificarse como histórico, de una clase social determinada, en un contexto socioeconómico determinado. Las nuevas generaciones tecnocomunicativas pasan de lo secuencial de lo intergeneracional a lo simultáneo, espacio donde se reconfigura y modela su identidad y las nueva formas de conciencia siendo impermeables a la posibilidad del pensamiento político (secuencial) y el pensamiento crítico (secuencial).

La subjetividad de las nuevas generaciones se conforma en un ambiente fragmentario, donde la concepción del tiempo y la atención también es fragmentaria produciendo gran parte de las patologías actuales. La posibilidad de secuencia es pulverizada por el placer inmediato que produce el aparato que permite huir del encuentro real con el otro para deslizarse en la cascada de imágenes que nunca se detiene y que, en función de su interacción con la red, opera continuamente recombinada por el algoritmo imposibilitando la  generación de sentidos y significaciones estables que puedan servir de punto de amarre del sujeto: Desamarrados, desorientados y solos consigo mismo, las relaciones sociales reales se convierten en siniestras ya que si el mundo y los otros no son como mi reflejo no pueden ser soportados, erotizandose la relación virtual en espejo y deserotizandose la vida. Con el narcisismo en el cénit, la respuesta neofascista y supuestamente “libertaria” (por ausencia del pensamiento crítico es imposible objetivar las determinaciones) no se hace esperar en tanto se plantea como diría Hegel, una lucha a muerte entre el Yo y el otro, destruyendo la cultura entendida como civilización.

Los llamados “adultos” no alcanzan a vislumbrar el cambio en las relaciones que se ha provocado. Como pertenecen a la generación alfabética o a la fase intermedia de la actual interpretan la realidad según la pauta de su generación sin darse cuenta que nada es como era.

La ingeniería semiótica y tecnológica ha logrado lo imposible, mezclar el liberalismo económico y el liberalismo social como si fuesen uno solo cuando siempre se encuentran en tensión, observándose el crecimiento de los discursos que apelan a la “libertad” gracias  a la ignorancia respecto de los condicionamientos históricos y políticos (análisis crítico) que permiten que un individuo se desarrolle, o no.

La relación humana básica que implica al sujeto, al Otro de la ley o regulación y al otro distinto de mí ha evaporado al Otro de la Ley (regulación) generándose una célula donde yo y el otro distinto de mí se encuentran en continúa tensión y agresividad narcisista generándose la repetición de lo igual y la expulsión de los distinto… esto atraviesa las relaciones humanas y se convierte en una célula discursiva que se repite en las distintas modalidades del universo discursivo a la manera de una certeza delirante en tanto se presenta como inconmovible.

Las nuevas generaciones ya no se vinculan con los valores sino con la sensibilidad, como en cualquier serie de TV de las últimas dos décadas ya no hay un buen o mal actuar sino que todo vale si se actúa desde la “sensibilidad”… las  series orientadas al publico adolescente prescinden del juicio moral permitiendo justificar las  perversidades de los protagonistas invitando a sensibilizarle con el motivo de sus actos, de lo que se trata es de aquello que te hace feliz.  

¿Se tratará de preguntarle a los muchachos para que responda el algoritmo que los habita? ¿o se tratará de generar las condiciones para que sea posible que ellos mismos se realicen una pregunta verdadera que los implique en su ser?

(continuará)





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