En la década del 90 dentro del
universo scout se puso en juego la discusión sobre renovar o actualizar el
Programa, el resultado era esperable: el escultismo de América Latina se
fragmenta entre la “renovación” planteada por la Oficina Scout Interamericana
(que metía mano sobre los fundamentos) y el surgimiento de cada vez más
organizaciones de escultismo independiente que se oponían a dicha “renovación”
manteniendo los formatos tradicionales y fundamentos de la práctica scout.
Pocos quedamos ubicados dentro de lo
que podría considerarse la “reactualización”, que no implicaba un cambio en los
fundamentos, sino la puesta en tensión del escultismo con los desafíos de la
época (100 años después de su creación) desde los propios fundamentos construyendo
respuestas acordes a los fines del escultismo, acordes al análisis crítico
social.
Varios años
han pasado y observamos cómo el escultismo tradicional sigue brindando algunas
respuestas, quizás no del todo acordes a los tiempos que vivimos, mientras el
escultismo “renovado” o como hemos denominado en otra oportunidad “escultismo
comercial”, bajo una fachada progresista y en nombre de los “jóvenes” se
presenta en sintonía con los tiempos que corren y la ideología hegemónica que desde
mediados de los 90´ ha permeado los modelos educativos y de capacitación en
función del modelo productivo tecnocapitalista en lo que Bifo Berardi
denominaría la “venganza del capitalismo”.
El modelo cognitivo educacional y su
complemento, el modelo de competencias, apuntan a la producción de una
subjetividad específica basada en el rendimiento, la relación instrumental
respecto de los otros y la imposibilidad de realizar un análisis crítico de los
determinantes estando condicionado por la maquinaria de producción de subjetividades
conformada por la red de capacitación continua (o de refuerzo ideológico), la
red de producción de saberes y la red virtual… parafraseando a Jacques Lacan,
las teorías están hechas para explicar de qué manera un ser humano puede
comportarse como parte de la estructura capitalista… un corte aquí, un énfasis
allá, un estudio sesgado en otro lado omitiendo cosas y se logra que el hombre
crea que la ciencia avala que se es plenamente libre y todo lo que una persona
logra lo hace por su propio mérito sin tener ningún tipo deuda social ni
condicionamiento socioeconómico y político.
El formato
tecnológico comunicativo fue ganando espacio durante la primera y segunda
década de este siglo gracias a la generalización del uso de los smartphones y
la progresiva aparición de distintas aplicaciones que junto a la captura de
datos personales, permitió segmentar la población de forma precisa y con ello
orientar la producción de signos, con el agravante que los niños desde muy
pequeños tienen acceso al celular como chupete tecnológico siendo una de las
formas de que sus padres estén solos con sus propios aparatos mientras los
niños juegan o miran videos en el celular.
Los medios tecnológicos han ganado la
batalla a la lengua materna, los niños en sus primeros años de vida aprenden
más palabras, sentidos, significados y “valores” del smartphone o la tablet que
en la relación con sus padres. La salida de la pandemia nos ha mostrado la
expansión y consolidación del mundo virtual que prescinde de los cuerpos, y una
escalada de guerras, conflictos y odio al otro que nos muestran la doble cara de la red (1) como mecanismo de control que pasa a “segundo plano” la realidad efectiva del poder
en todas sus dimensiones, no sin producir efectos (2) el mecanismo que permite
la expresión de las emociones más primarias y que no es sin efecto.
El formato
tecnocomunicativo de la red global ha provocado distintas rupturas que no son
menores a la hora de pensar la educación, la ciudadanía y sobre todo los valores que permiten construir un mejor mundo para todos. Algunas de ellas son:
Ruptura de la secuencia intergeneracional
Desde el
inicio de la vida el ser humano se constituye a partir de dos ejes, uno de
ellos es el diacrónico que hace referencia al conjunto de las transformaciones
a lo largo del tiempo (historicidad) y el otro es el sincrónico constituido por
un momento específico de su vida (por ejemplo el presente). La secuencia
intergeneracional podría entenderse cómo las generaciones mayores (padres,
abuelos, instituciones) transmiten la cultura a las nuevas generaciones a lo
largo de la vida, y en este proceso las nuevas generaciones en función de sus
propias vivencias incorporan sentidos, creencias, valores no como automatismos sino recreándolos en función de la época.
En las distintas
generaciones históricamente ha existido un equilibrio entre la transmisión de
la cultura por parte de los mayores, y la recreación de la cultura en las
nuevas: es necesario que la transmisión exista para luego servirse de ella,
nadie puede servirse de lo que no recibe.
Ese equilibrio se encuentra roto y en
la actualidad, cada generación es un conjunto cerrado determinado por la red a
partir de las distintas aplicaciones, pudiéndose afirmar que cada una de ellas
comparte un mundo diferente aunque su corporalidad lo ubique dentro del mismo.
Las propuestas educativas que se
realizan en el escultismo comercial desechan la intergeneracionalidad y centran
su trabajo en lo que denominan “valores de los jóvenes” como si la
intergeneracionalidad existiese y como si los valores humanos fuesen naturales
descubriendose por generación espontánea. Los valores de los jóvenes en este
desequilibrio se conforman a partir de la pulverización de la diacronía y el
acento en una continua sincronía que opera por simultaneidad (todo sucede en un mismo momento), lo que impacta de
lleno en la posibilidad de análisis crítico que supone poder acceder al par
verdad/mentira privilegiándose el uso del pensamiento mítico donde no importa
la verdad/mentira sino la emocionalidad primaria (aquella que la cultura
históricamente operó para que el sujeto pueda domesticarla y ser un sujeto
civilizado) que despierta una frase, un meme o una imagen.
Bifo Berardi en su ya clásico libro
llamado “Generación post- alfa. Patología e imaginarios en el semiocapitalismo”
refiere que las nuevas generaciones se conforman como fenómeno tecnológico y
cognitivo a partir de lo sincrónico y simultáneo pulverizándose la capacidad
del sujeto para identificarse como histórico, de una clase social determinada,
en un contexto socioeconómico determinado. Las nuevas generaciones
tecnocomunicativas pasan de lo secuencial de lo intergeneracional a lo
simultáneo, espacio donde se reconfigura y modela su identidad y las nueva formas
de conciencia siendo impermeables a la posibilidad del pensamiento político
(secuencial) y el pensamiento crítico (secuencial).
La subjetividad de las nuevas
generaciones se conforma en un ambiente fragmentario, donde la concepción del
tiempo y la atención también es fragmentaria produciendo gran parte de las
patologías actuales. La posibilidad de secuencia es pulverizada por el placer
inmediato que produce el aparato que permite huir del encuentro real con el
otro para deslizarse en la cascada de imágenes que nunca se detiene y que, en
función de su interacción con la red, opera continuamente recombinada por el
algoritmo imposibilitando la generación
de sentidos y significaciones estables que puedan servir de punto de amarre del
sujeto: Desamarrados, desorientados y solos consigo mismo, las relaciones sociales
reales se convierten en siniestras ya que si el mundo y los otros no son como
mi reflejo no pueden ser soportados, erotizandose la relación virtual en espejo
y deserotizandose la vida. Con el narcisismo en el cénit, la respuesta neofascista
y supuestamente “libertaria” (por ausencia del pensamiento crítico es imposible
objetivar las determinaciones) no se hace esperar en tanto se plantea como
diría Hegel, una lucha a muerte entre el Yo y el otro, destruyendo la cultura
entendida como civilización.
Los llamados “adultos” no alcanzan a
vislumbrar el cambio en las relaciones que se ha provocado. Como pertenecen a
la generación alfabética o a la fase intermedia de la actual interpretan la
realidad según la pauta de su generación sin darse cuenta que nada es como era.
La ingeniería semiótica y tecnológica
ha logrado lo imposible, mezclar el liberalismo económico y el liberalismo
social como si fuesen uno solo cuando siempre se encuentran en tensión,
observándose el crecimiento de los discursos que apelan a la “libertad” gracias
a la ignorancia respecto de los condicionamientos
históricos y políticos (análisis crítico) que permiten que un individuo se
desarrolle, o no.
La relación humana básica que implica
al sujeto, al Otro de la ley o regulación y al otro distinto de mí ha evaporado
al Otro de la Ley (regulación) generándose una célula donde yo y el otro
distinto de mí se encuentran en continúa tensión y agresividad narcisista
generándose la repetición de lo igual y la expulsión de los distinto… esto atraviesa
las relaciones humanas y se convierte en una célula discursiva que se repite en
las distintas modalidades del universo discursivo a la manera de una certeza delirante en
tanto se presenta como inconmovible.
Las nuevas generaciones ya no se vinculan con los valores sino con la sensibilidad, como en cualquier serie de TV de las últimas dos décadas ya no hay un buen o mal actuar sino que todo vale si se actúa desde la “sensibilidad”… las series orientadas al publico adolescente prescinden del juicio moral permitiendo justificar las perversidades de los protagonistas invitando a sensibilizarle con el motivo de sus actos, de lo que se trata es de aquello que te hace feliz.
¿Se tratará de preguntarle a los muchachos
para que responda el algoritmo que los habita? ¿o se tratará de generar las
condiciones para que sea posible que ellos mismos se realicen una pregunta
verdadera que los implique en su ser?
(continuará)