Si el movimiento Scouts es de los
Muchachos ¿cómo pensamos el lugar desde
donde los chicos aprenden y practican escultismo? Dos respuestas son posibles… la
“oficial” dice que la asociación “ofrece” a los participantes una serie de
objetivos a lograr y de allí se irán realizando las acciones necesarias para el
cumplimiento de los mismos. La otra, a partir de las actividades que los
participantes plantean realizar se provoca la aparición de un vacío
de saber articulada al deseo de hacer; la localización de
este vacío determinará los distintos aprendizajes a realizar.
Desde el punto de vista de la
respuesta “oficial” no es seguro que en la práctica el movimiento sería de los
muchachos ¿cómo entender esto? Degradada la Ley Scout de pacto fundante de
la comunidad a un grupo de objetivos educativos que apuntan al Ser y son
planteados por la Institución de acuerdo a lo que la misma considera como Ideal
Educativo; el aprendizaje se produciría por el vacío de ser (ya no de
saber) entre lo que el chico es y aquello que el adulto quiere que
sea, el Ideal (del adulto). El dirigente orientará al participante
para el logro de los objetivos de una grilla impersonal que pueden reformularse
pero no por ello dejan de ser “esos” objetivos; el participante queda en un
lugar pasivo ante el Ideal del adulto (Institución) y si no accede a ello, se
autosegrega (deserción)
Si pensamos en la segunda respuesta
podemos decir que el vacío provocado desde los obstáculos concretos que se encuentran
en aquello que se desea hacer, el aprendizaje se produciría entre aquello que los
muchachos construyen como punto de llegada y lo que les falta para lograrlo. En este caso el adulto es
responsable de acompañar y colaborar para que la actividad se convierta en un
hecho educativo orientando sus intervenciones a provocar ese vacío para
poder enfrentarlo no de cualquier manera sino con la mirada puesta en
el horizonte del pacto fundante de la Ley que no funcionaría como una serie de
prescripciones morales disfrazadas de objetivos.
Si se le pregunta a
ellos… el escultismo es para todos.
El
escultismo cobra sus “víctimas”… esto ocurre cuando desde la oferta
institucional se produce una inadecuación entre la realidad sociocultural y
las necesidades de cada uno de los muchachos determinada
por la intervención que el dirigente realiza sobre el grupo y sobre cada uno de
los muchachos, posibilitado por estar habitado por la ideología que se
desprende del Programa que utiliza como referencia. Si para adecuar el Programa
a cada uno de los participantes se parte de un deber ser del
protocolo de actitudes siempre se aplastará la diferencia por
homogeneización, ya que no es el saber lo que se “adecúa” sino el ser
del muchacho el que debe hacerlo… difícilmente este tipo de práctica
educativa se oriente a partir de la escucha del mundo concreto de los niños y jóvenes
concretos, de sus historias familiares y sociales, de sus posibilidades de
aprender cosas. Los valores en el movimiento scout deben secundar al querer hacer y esto no puede ser
cambiado ¡los chicos y muchachos vienen a jugar y a hacer no a recibir
lecciones de moral!... transmitir los valores del pacto fundante no es posible
sin considerar a qué vienen los chicos al grupo scout y cuál es la subjetividad
de cada uno de ellos.
No se hace escultismo desde un
protocolo de actitudes morales, sino a partir del hacer, lo que permite la posibilidad
de transmitir saberes y recrear actitudes orientadas por la Ley Scout, la que
el participante ha asumido libremente al formular su promesa… de allí
la importancia del saber hacer y del testimonio personal del dirigente. El
“aprendiz” no solo aprende técnicas scouts, poco a poco va pareciéndose a su
maestro por lo que éste hace, no tanto por lo que dice; por como él actúa, no
por cómo dice que hay que actuar… el saber es una construcción social
que para ser inclusivo debe orientarse en el deseo de los muchachos,
desde allí el dirigente interviene acompañando y facilitando el proceso.
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