domingo, noviembre 28, 2021

Exploración y escultismo. Cómo vemos el mundo



           El “Mirar” es un ejercicio que no implica conocimiento, en tanto es realizado de forma automática para confirmar con nuestra vista que el mundo es tal cual nos dijeron que es. El “Ver”, en cambio, nos permite poner en tensión aquello que nos dijeron del mundo, partiendo de la experiencia concreta con los objetos y las personas, lo que en sí mismo implica en un primer tiempo la posibilidad de subjetivación y en un segundo momento, mediante la conversación de lo que se ha visto, la posibilidad de una concientización de la realidad.

            Los adultos, y mucho más nuestros niños y jóvenes, vivimos en una época donde no hay tiempo para la experiencia… miramos el mundo desde los aparatos que indican como debemos mirarlo, donde un algoritmo no inocente inunda toda posibilidad de experiencia en tanto cada niño y joven, busca confirmar con su mirada aquello que “debería ver”, apuntando a moldear un nuevo ideal. El escultismo en su versión comercial (parlamentario) se ajusta perfectamente al “Ver”. Alienado a los significantes y consignas que emanan desde el poder real multiplican una y otra vez el “mirar”, y si alguno por casualidad señala algo del “ver” rápidamente el propio fenómeno grupal silencia su voz.

            Los que trabajan con niños, saben del enorme esfuerzo que ellos realizan para ser parte del grupo, especialmente si el escultismo es una de las pocas actividades que pueden acceder debido a su realidad social.  El mostrar cómo se participa en el discurso que el infante supone al grupo, es uno de los modos de lograr “pertenencia”, algo que podemos observar con cada “nuevo inscripto” … por eso el Escultismo (realista) solo ofrece una Ley a la cual adherir, única manera de no convertirse en un Aparato Ideológico en función de distintos intereses político - sectoriales. Son las actividades las que deben tener la potencialidad de poner la tensión el “Mirar”, generando la posibilidad de “Ver”, y eso sólo se logra a partir de la experiencia y el encuentro con el Otro de la naturaleza y con los otros reales.

            Alguna vez leí que en estas cuestiones de las traducciones del inglés al castellano de la palabra “scouting”, surgen por un lado aquellos que eligieron traducirla como “exploración” y los que la tradujeron como “esculta” cuya etimología se origina del latín “escuchar”. Sinceramente las dos traducciones son de mi agrado, y creo que, en el caso del escultismo, son pertinentes… no se puede explorar sin “escuchar”, “auscultar” profundamente lo que encontramos en la Naturaleza y en los otros… por algo M.D. Forestier, amante de las travesías, decía que la exploración scout tiene algo de lo que podría denominarse como geografía humana… nos encontramos con la naturaleza y con las personas, vinculando la relación del hombre con el paisaje, con el trabajo, con la vida.

Explorar nuestro mundo

            En mi ciudad ya no se ven scouts caminando y cantando por los barrios, excepto cuando van un rato a la plaza. Ya no existen los chicos que, mochila al hombro, salen rumbo hacia algún lugar cercano donde acampar y explorar. La utilización de los medios de transporte se ha vuelto indispensable para un modo de practicar escultismo con “servicio puerta a puerta”, desde el grupo al lugar de acampe y viceversa, anulando cualquier tipo de experiencia sobre el camino.

            En las ciudades mirar sin ver se ha convertido casi en una constante. ¿Por qué se ha abandonado la exploración a pocas cuadras o pocos kilómetros? ¿Dejó de considerarse una práctica scout con todas las letras? ¿Muchos de los lugares reales o fantaseados por Baden Powell no se ambientaban en las ciudades, mostrándonos a su manera cómo un scout de “mirar” pasa a “ver”? Recordemos las dos primeras fogatas de “Escultismo para Muchachos”… historias que se desarrollan en el seno de ciudades o poblados, en estaciones de ferrocarril (Kim), distribuyendo correo (Mafeking), observando personas que encontramos en la calle (crimen de Eldson).

            Mas de una vez me han dicho que hacer una caminata “entorpece la actividad” que se quiere realizar (de igual manera se piensa como pérdida de tiempo que las patrullas cocinen su comida en el campamento), sin darse cuenta de que no se trata del juego planificado en sí sino al revés, de cómo la sutileza educativa del escultismo nos permite pensar la actividad a realizar en un lugar, como excusa para recorrer un camino y ver, con la esperanza de que a partir de allí algo se produzca, como ser el despertar del juicio crítico que apunta a la ciudadanía activa, que es el objetivo educativo del movimiento. Difícilmente pueda transitarse el barrio y los lugares cercanos como scouts si se piensa que un campamento o salida implica un micro que te lleve fuera de la ciudad para realizar las mismas actividades que en el patio de grupo…  pero al “aire libre”, un simple cambio de escenario.

            Si hablamos de descubrimiento del Otro de la naturaleza (para no polemizar respecto de lo social), en mi ciudad sucede algo que es una muestra concreta del divorcio de la práctica del escultismo de la región (sin importar la asociación que se trate) respecto a los lugares que habitamos. La ciudad está fundada al borde de uno de los humedales más importantes del país y podría decirse único en el mundo. La gran mayoría de los habitantes, como lo señala una investigación del CONICET, cuando se le pregunta sobre qué es un humedal responde sobre lugares con playas de arena, clima tropical, tiburones y cocodrilos que hay que proteger (es evidente que no se trataría de nuestra zona) y desconoce que vive prácticamente encima de uno.

            Realizar una excursión a los humedales en un lugar llamado Villa del Mar debiera ser una de las salidas más comunes y prácticamente gratuitas para que chicos y chicas - mochila al hombro – caminen unos pocos kilómetros y entren en contacto no solo con el accidente geográfico de las marismas, sino con la flora única en especies vegetales que viven con sus raíces en la sal, y la enorme diversidad fauna, especialmente aves (casi 200 especies) que habitan el lugar, algunas de ellas migran desde Canadá para refugiarse en el verano o como escala hacia lugares más al sur. La zona permite realizar fácilmente avistajes durante la bajamar o en los distintos puntos de los senderos que, previa señalización, nos indican hacia donde ver. No está demás agregar que en la Villa existen lugares habilitados y gratuitos donde puede pasarse el día, porque además de todo lo que podemos descubrir existe una playa donde bañarse de forma segura, ya que la pendiente es muy suave.

 


            Desde el año 2013 en el Congreso de la Nación Argentina se presentan leyes para la protección de los humedales, y los scouts de la región no se informan de ello porque ¡no saben que viven al borde de uno de los humedales más importantes del país, único en el mundo!. Saquen Uds. sus propias conclusiones, si no viven en mi ciudad seguramente no les provocará enojo lo que escribo y podrán ser más objetivos. Si con la naturaleza cercana no somos capaces de pasar del mirar al ver, mejor no pensar cuando se trata del pasaje del mirar al ver con relación al otro que está a pocas calles del grupo y no tiene lo necesario para vivir… prácticamente imposible.

            Recuperar las prácticas esenciales para el escultismo es la única manera de construir ciudadanía crítica, lo demás corre el riesgo de ser solamente recreación en un entorno amigable que se une al concierto de organizaciones que nos dicen junto con el poder real qué debemos mirar, repitiendo una y otra vez un discurso que no se produce desde nuestro contacto con la realidad, porque el objetivo no es ese, sino dirigir nuestra mirada y hacer foco hacia donde se nos dice, pasando a segundo plano o a la inexistencia misma, todo lo demás.



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