“El
atelier es el lugar donde un artesano transforma al mundo”
Michel
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Hace unos cuantos años atrás al leer un libro titulado “La causa de los adolescentes” escrito por la psicoanalista Françoise Doltó, me sorprendió encontrar la historia de un adolescente que había comenzado a armar un avión en el sótano de la casa - tarea que le había llevado meses - ; y cuando termina su obra se da cuenta que no podía sacarla del lugar porque no había forma de que el avión pasara por la puerta sin romperlo… Para Doltó el avión había cumplido su función aunque nunca hubiera podido volar, y todo ese tiempo de trabajo realizado con entusiasmo había servido como modo de acompañar la resolución de distintas dificultades que el muchacho atravesaba durante el pequeño caos de la caída de identificaciones que implica la adolescencia, tiempo en el se ingresa en una zona donde la dificultad para la palabra puede llevar al ingreso al mundo de los consumos, conductas de alto riesgo, tóxicos. Los Raiders atraviesan por un momento de dificultad para la expresión de los afectos, por ello existen dificultades para comunicarse y encontrar un punto de amarre identificatorio en ese pequeño caos del “¿Quién soy?”. Es de esperar que los chicos apelen al uso de otros medios para intentar construir puentes entre lo interior-exterior que les permitan ubicarse consigo mismos y con los demás… eso muchas veces ocurre y es favorecido por la creación de espacios físicos como lo es el Atelier, de allí que decidí comenzar este libro por el lugar de encuentro de nuestras chicas y muchachos.
Un
lugar donde alojarse
El
Atelier Raider en primer lugar es un espacio físico. Quizás sería bueno que los
lectores recuerden los espacios seguros de su adolescencia en los momentos de
crisis… la habitación, la casa de un amigo, el grupo. No importaba tanto qué
cosas habían dentro de él sino la posibilidad de sentirse alojados y poder
cerrar la puerta marcando un adentro y un afuera.
Antes
de llenar el Atelier de cosas debemos pensarlo como espacio vacío, lugar donde
se comienza a delinear un adentro y un afuera que permite albergar en ese
“adentro” algo del orden de lo grupal y de lo propio. No es casual que en el
movimiento scout se propicien lugares acordes para cada uno de los grupos de
edad y que se afirme que si los chicos no tienen espacios de encuentro
difícilmente pueda trabajarse.
El
Atelier como espacio de los muchachos es lugar privilegiado para reunirse,
conversar, trabajar… y también para concurrir cuando es necesario descomprimir
alguna situación personal complicada. NO ES PRUDENTE Y ES NEGLIGENTE que el
Atelier sea reemplazado por la “cocina” de la casa de alguno de los dirigentes
ya que éste no es un lugar “neutro” para los chicos.
En el
Adiestramiento de scouters se hace demasiado hincapié en la figura del
dirigente Raider como “ídolo”, lo que se podría denominar como el desarrollo de
los “afectos positivos” que permiten el diálogo y el trabajo;
el problema es que en los cursos siempre se cuenta la mitad de la historia, la
que más puede gustarle al cursante y no suele hablarse del desarrollo de otro
tipo de afectos como los negativos,
que son del orden de la agresividad y del erotismo, expresados de distinta manera como tensión interna, bronca,
etc; odio en
oposición al amor. Estos “afectos
negativos” son parte del
tiempo de la adolescencia, no tenerlos en cuenta puede llevar a que el grupo
deje de alojar a quien lo precisa. No hay que menospreciar la posibilidad de
que en la figura del dirigente se establezcan vínculos
amorosos (tan bien
representados en la película “Belleza
Americana” donde una
adolescente se enamora del padre de una amiga) que suelen ser complicados y
exigen mucha prudencia. Estos motivos son más que valederos para que los grupos scouts no permitan el
desarrollo de reuniones en casa de los dirigentes, siendo una prioridad
la construcción de los espacios de los muchachos, o el uso de lugares alternativos
a condición de que sean impersonales (escuela, iglesia, sociedad de fomento)
El
Atelier Raider como espacio social
En
todas las épocas, los talleres han sido lugares donde se hacen cosas pero
fundamentalmente han sido espacios donde se favorece la cohesión social, la
inclusión dentro de un grupo. En el taller se establecen distintos rituales… la
ronda de mate al momento de conversar o trabajar, la transmisión de la técnica
de “alguien que sabe a alguien que no sabe” (uno de los modos de transferencia
de contenidos de progresión que considera el “sistema de patrullas”), el
compartir la información que cada uno tiene, etc.
En el
Atelier las cuestiones de mando se discuten “cara a cara” ya que en el espacio
de trabajo la autoridad de coordinar –por ejemplo - la elaboración de remeras
estampadas está legitimada en quien conoce la técnica para hacerlo, y por ello
es quien está en condiciones de sistematizar el proceso de trabajo. Este punto
es muy importante porque en el espacio del Atelier tanto el dirigente el Raider
que recién ingresa puede transmitir y coordinar un espacio de trabajo. Es
preciso señalar que esto no implica arbitrariedad, ya que el lugar del
coordinador del trabajo se acota en la transmisión
de la técnica.
Para transmitir
la técnica en el taller se utilizarán distintos medios, uno de ellos sumamente
importante es el soporte
visual. Desde la Enciclopedia de Diderot a la fecha se sabe que el dibujo detallando los distintos pasos para
construir un objeto o para aprender una técnica artesanal, cumple un papel muy
importante en la transmisión de la técnica. De igual manera ocurre con el
“objeto modelo” que permite un acceso a conocer lo que se va a realizar usando
todos los sentidos. Es por ello que el espacio de taller no sería adecuado si
no cuenta con un panel de
actualidad donde, además
de las cuestiones generales de la rama, encontremos el soporte visual de
aquello en lo que se está trabajando. Aquellos “pedagogos” que forman parte de
la “ignorancia docta” respecto a los medios educativos que utiliza el
escultismo, difícilmente podrán entender lo importante que puede ser un cuadro
de nudos como soporte
visual y material.
Herramientas
en el Atelier
Richard Sennet en su libro “El
artesano” editado por Anagrama tipifica las herramientas en dos grupos:
las herramientas
tradicionales y lo que
podríamos llamar máquinas
herramientas que denomina “herramientas espejo”.
Estas últimas se clasifica a su vez en replicantes y los robots. Las herramientas replicantes (como el marcapasos) son aquellas que
imitan una función del cuerpo permitiendo mejorando su funcionamiento. Los robots son una ampliación de nosotros mismos,
de nuestro yo, generalmente no se cansan, trabajan mas rápido y son mas
fuertes… un ejemplo común de robot es el MP3, que no es mas ni menos que una
ampliación de nuestra memoria que permite “recordar” cientos de canciones
En un Atelier Raider no pueden
faltar las herramientas. Tenemos las tradicionales que son aquellas que nos
permiten acampar y que solemos encontrar en los cajones de rama (hachas,
martillos, tronzadores, etc), pero también tenemos robots que no se reducen a agujereadoras
eléctricas sino a otro tipo de máquinas que hoy difícilmente podamos no tener
en cuenta. Si hace años atrás en cada rama o en el grupo scout había una
biblioteca con libros en formato papel a disposición de los chicos, hoy tenemos
la posibilidad de hacernos de bibliotecas digitales muy baratas que nos amplían
las posibilidades de trabajo, de la misma manera que los programas de
computadora amplían las posibilidades en distintas tareas. En una PC podemos
disponer de manuales de juegos, Woodcraft, ecología y las distintas temáticas
que pueden servir y de las que puedan servirse los chicos y las chicas. Por eso
es IMPENSABLE pretender hacer funcionar una rama Raider en ausencia de un local
de trabajo.
En el trabajo en el Atelier,
aquellos a los que se le dificulta el habla de sus cosas por cuestiones de la
edad, pueden construir aviones donde encontrar puntos de amarre en el pequeño
caos identificatorio en el que viven… como pensaba Platón: los artesanos están tan
involucrados con cosas materiales como entre ellos mismos. En el
trabajo del taller en cada objeto queda la marca personal de cada uno de los
chicos, el “fecit” o
“yo
lo hice” que por definición es un punto de anclaje dando valor de
existencia “yo lo hice, yo existo”
De la misma manera que existen
dirigentes que entienden el Raiderismo como una especie actividad paramilitar
al estilo de un Liceo Militar confundiendo el vivir la aventura con una especie
de “supervivencia del mas apto”, también existen aquellos que confunden el
Atelier con una especie de escuela politécnica donde la suma de maquinas –
herramientas garantizaría per
se encontrarse en el “buen
camino”. Estos dirigentes y grupos consumidores de objetos tecnológicos
depositan en forma fetichista,
una especie de saber y de poder en los “robots” que también desvirtúa la Misión
del movimiento y se da de bruces con la concepción artística- artesanal y
estética que se desprende del escultismo, de allí que preferimos hablar de
Artes Scouts y Woodcrafts con apoyo de la menor cantidad de elementos
tecnológicos posibles.
No es seguro
que la suma de tecnología sea garantía de algo… un buen berbiquí para hacer un
agujero donde colocaremos un bulón de madera para la mesa es más apropiado que
una agujereadora eléctrica que no podremos conectar a ningún tomacorriente a no
ser que el lugar de acampe sea un camping. ¿Esto implica estar negado a la
tecnología? NO, esto nos posiciona dándole el lugar que corresponde, como un
medio entre otros del que hay que servirse acorde a las necesidades reales de
cada chico y cada grupo.
Si de herramientas se trata, en un
Atelier no pueden faltar las básicas para la vida al aire libre, las que todos
conocemos, aquellas que no precisan electricidad… serruchos, tronzadores,
formones, martillos, hachas, etc. El resto - las llamadas maquinas herramientas
- es prudente adquirir solo las necesarias y cuando menos mejor ya que la
utilización de las mismas dependerá de la variabilidad de las actividades que
se realicen a lo largo del año, siendo de esperar que sean diversas.
Puede que
como producto de una empresa se haga necesario construir un buen horno en el
patio del grupo, y eso está bueno porque puede tener distintos usos para la
rama y la comunidad; ahora probablemente sería un error comprar o hacer un
torno de alfarero para que quede adornando el taller luego de terminada la
empresa donde se aprendió a trabajar con alfarería… claro que si ese torno es
hecho por los chicos y su destino luego de la empresa es algún lugar donde se
lo necesite, cambia el sentido de su construcción. De igual manera no tiene
sentido comprar moldes de velas en metal para una empresa a no ser que la
realización de este tipo de artesanías tenga que ver con una forma de recaudar
dinero de forma constante por parte de la rama, como podría ser en una Iglesia
“x” la venta de velas… no está demás recordar que los scouts también conocen
formas de hacer moldes que son bastante creativas y permitiría inventar algunos
“modelos” por demás interesantes.
No es bueno
que el taller se convierta en un desván donde las herramientas de las distintas
generaciones se van acumulando. La tecnología no reemplaza la invención humana,
en más, ella misma es producto del hombre. Puedo tener una biblioteca en una
computadora pero si no hay una persona que sepa de la existencia de una
biblioteca digitalizada a la que puede acudirse para leer de poco servirá; la
computadora no tiene conciencia de lo que es una biblioteca.
Finalmente
creo interesante tener en cuenta lo que plantea Aristeguieta Gramko en el
escrito anterior (Aristeguieta Gramko, un maestro inolvidable) cuando nos dice
que debemos construir un puente en la fisura que se establece entre natura y cultura y si partimos de la base que el hombre
se aliena en la tecnología, y en el capitalismo entramos en un desplazamiento
de un objeto al otro existiendo siempre un objeto nuevo y mejor… no es seguro
que la fascinación tecnológica nos lleve a buen puerto
Una banda de
Moebius
¿Cómo entendemos el saber hacer en los Raiders? ¿Qué relación existe
entre técnica y subjetividad?
Uno de los
primeros puntos a tener en cuenta es que entendemos el aprendizaje como el producto de un borde entre el exterior y el interior que constituye al sujeto y su
singularidad. Cuando nos referimos al exterior
nos encontraremos con los
otros cercanos, el mundo, aquello que descubrimimos, el servicio, la técnica.
Cuando nos referimos a lo interior lo
hacemos con relación al desarrollo de la propia subjetividad, la adquisición de
valores, y la construcción de un rumbo con el cual orientarse en la vida. En
ese borde del saber –hacer del Raider el adentro y el afuera se resignifican
entre sí en un proceso en la que lo que está afuera se interioriza y lo que está
adentro se exterioriza. ¿Cómo podemos entenderlo? Veamos algunos puntos que quizás
nos sirvan.
Una de las cuestiones problemáticas
de la sociedad actual es la
prisa, la velocidad, rapidez, el desplazamiento de un objeto a otro, de
una idea a la otra sin posibilidad de establecer un punto de anclaje; esto implica constituirse como
sujetos efímeros donde lo
importante es el consumo de objetos tecnológicos, el deseo sin - parar de... otra
cosa - como muestra la propaganda de una tarjeta de crédito donde cuando se
está con una chica se piensa en la guitarra, y cuando se tiene la guitarra y se
la toca por primera vez, viene el amigo con un visor 3D provocando el abandono
de la guitarra por la búsqueda desenfrenada del siguiente objeto - Esto que
sucede en lo exterior también sucede en lo interior entonces ¿En el Atelier
Raider se debe repetir el esquema capitalista de la prisa o deberíamos
favorecer la posibilidad de la pausa? Si pensamos que en la poiesis (saber hacer) se juega el aprender-haciendo específico del movimiento scout,
podremos entender –por ejemplo- que a partir del uso del cepillo de bote para
cepillar una madera, los caminantes tienen la posibilidad de hacer “interior”
las indicaciones técnicas por las que se trabaja en un ritmo pausado; la
paciencia del trabajo con la madera, el aprender a seguir las vetas a partir de
la particularidad del material. Lo mismo sucederá con el armado de moldes para
velas, del trabajo sobre el detalle que no implica que el producto deba ser
perfecto sino que éste genera una relación
entre el interior – exterior apropiándose
no solo de un procedimiento sino de la ética que se desprende del modo en que
realiza el trabajo que tan necesario se hace rescatar para que exista una pausa.
Si tomamos nuevamente el ejemplo de
la propaganda de la tarjeta de crédito, podemos darnos cuenta que esta rapidez
no es gratuita ya que perturba la relación del chico con la chica de igual
manera que con los amigos, cosificando las relaciones, colocando los objetos
tecnológicos de consumo en el Cénit. Ahora bien, en el trabajo de la Base
Taller observamos otra cosa; las relaciones se dan entre personas y no entre
objetos, se plantea la colaboración como modo de trabajo donde cada uno pone a
disposición del grupo sus saberes y cuando estos no están se busca en la
comunidad a aquellos que disponen del saber para que pueda ser transmitido. El
liderazgo es siempre de acuerdo a lo que se necesita y la discusión democrática
permite instalar la posibilidad de preguntar
y preguntarse integrando de
este modo la teoría, la
práctica y los distintos saberes o disciplinas diferenciándose de cualquier método
escolarizante. Quizás por eso cuando Dewey se refirió al saber
hacer lo hizo a partir de
definirlo como un espacio donde el juego, el trabajo y la democracia se articulan.
El Atelier
Raider exige aprendizaje en
equipos, conocimientos y procedimientos, reemplaza el hablar por el hacer estableciendo una gran diferencia
entre la mateada (o cafeteada en otros países) de un grupo de amigos y la
mateada en el grupo scout. El Atelier se constituye en un adentro y la
comunidad en un afuera por lo que los caminos interiores no pueden quedar
dentro del taller de manera autoerótica ¿en qué se diferencia una mateada scout
con una mateada de amigos (o una cervezeada, o una fumata)?. En que no es
concebible para los Raiders la constitución de un espacio que sólo sirva como un lugar donde alojarse;
esto sería condición necesaria pero no suficiente ya que el espacio del taller
como interior a la rama implica sí o sí una relación con lo exterior, sea a
partir de lo que se construye para un campamento de la rama; o a partir de
constituirse como espacio de trabajo y preparación para el la Buena Acción que
se transforma en un “salvar” dirigido a la comunidad. Es en el Atelier donde se
construyen los títeres y el argumento de la obra que se llevará a cabo en la
sala de pediatría del hospital; es en el Atelier donde se diseña la actividad y
se preparan los disfraces para festejar el día del niño en la villa; es en el
taller donde se preparan los plantines para la huerta o se realizan los
esquejes para la reforestación o la forestación de algún pulmón verde de la
ciudad. También en el Atelier se trabaja sobre la especialidad, y es el lugar
donde se construyen (por ejemplo) los distintos instrumentos de medición
meteorológica para que, en campamento, ofrecer todos los días un pronóstico del
tiempo.
Podemos hacer un diagnóstico de cómo trabajamos
en el grupo scout a partir de lo que sucede en los espacios de las ramas. Si
ellos se cierran sobre sí mismas y nada se produce hacia el exterior, nos
encontramos con un Atelier vacío, llene de palabras vacías que nos introducen
en un “parlamentarismo raider” alejándonos de un “realismo raider”. El no-hacer
en el exterior implica un vacío en el interior por lo que en el mejor de los
casos en el grupo scout tendremos un grupo de amigos con uniformes y pañuelos,
pero nos engañaríamos si pensáramos que eso iría mas allá de un modo de estar
efímero y carente de sentidos.
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